Epistolario de Francisco Ayala

22/07/1961

DESTINATARIO: Mallea, Eduardo REMITENTE: Ayala, Francisco

FECHA
22/07/1961
REMITENTE
Francisco Ayala
DESTINATARIOS/AS
Eduardo Mallea
DESTINO
S.l.
ORIGEN
S.l.
FICHA DESCRIPTIVA

[Carta mecanografiada con firma autógrafa]

DEPÓSITO DEL ORIGINAL
Archivo Eduardo Mallea

Carta de Francisco Ayala a Eduardo Mallea (22/07/1961)

22 de julio de 1961

Querido Eduardo:

Ayer recibí tus Travesías, y dejé a un lado todo lo que tenía que hacer, seducido por las primeras páginas. El resultado es que hasta ahora, en que he terminado la lectura, y te escribo estas lineas, no he hecho apenas otra cosa que seguirte paso a paso y página a página a lo largo de un libro que me ha resultado fascinante, por su pureza, por ese modo simple y esa lograda naturalidad con que transmites en él lo difícil y refinado. Me ha conquistado ese volúmen de notas como sólo puede conquistar una gran novela; como novela lo siento; así se me aparece y así quedará en mi recuerdo; una novela a la que yo también asomo. Estas lineas, que siguen de inmediato a la lectura, son el resultado de esa atracción, con la que me has incluido en tu órbita espiritual por muchas horas seguidas, dejándome sin ganas de salirme hacia otros campos y otras cosas. Por consiguiente, dialogaré contigo hasta llenar la hoja.

Como el tema ha sido el de la actividad y creación literaria, reanudándolo por mi parte, aunque sea en un tono más bien informativo, te diré que hace meses concluí una novela, corta como la anterior, y ligada a ella de algún modo (aparte del vínculo que une a todas las obras de un escritor en la persona de éste). Se la envié al amigo López Llausás, y no sé cuándo la publicará. Yo desearía que fuese muy pronto, pues ahora hay aquí varias editoriales interesadas en publicar cosas mias, y no tengo juego, pues Muertes de perro está comprometida en Macmillan, y la traductora no termina de entregar su trabajo. (Pero estas son latas y majaderías del oficio, que yo, aunque no debiera, desdeño, o por lo menos, descuido demasiado. Aun para lo que más me importa, que es llegar a las personas cuya opinión estimo, querría que esa nueva novela, La gran vidorra, se publicara enseguida.)

Después he escrito unos pocos cuentos, de los que tal vez haya caido en tus manos alguno, pues se han publicado en diversas revistas; y este es el momento en que me siento un poco desorientado y como vacio, y cada vez más perplejo acerca del sentido que todo lo que uno hace pueda tener o no tener en la perspectiva de nuestro mundo. Quizás influye en ese estado de ánimo el calor excesivo, el vacio estival de Nueva York (estoy dando un curso de verano en Columbia University, pues, en vez de viajar y gastar dinero, necesito por el contrario ganar alguno en estos meses), y a la mejor quién sabe qué otros factores de los que no tengo clara conciencia. Pero el hecho es que tengo la desagradable sensación de inutilidad, y no es fácil con ella hacer nada en que realmente se crea, siendo en cambio muy posible, por paradoja, hacer todo aquello en que no se cree. Esperemos que un cambio de humor me favorezca en el futuro próximo; y si no, poco importa.

Siempre tengo el proyecto, y no sólo el deseo, de darme una vuelta por Buenos Aires para dentro de un año. Como en Estados Unidos todo hay que prepararlo con mucho tiempo, y hacer los planes por adelantado, desde ahora tengo que ocuparme de hacer posible ese viaje. Pero ustedes, ¿no vendrán antes por aquí? ¡Cuánto nos gustaría!

Reciban nuestros afectuosos saludos, y tú un gran abrazo de tu viejo amigo

Ayala.-