Correspondencia con Eduardo Mallea:

Eduardo Mallea

1903 Bahía Blanca - 1982 Buenos Aires

Además de escritor, traductor y periodista, Eduardo Mallea fue director del suplemento literario del diario La Nación de Buenos Aires, donde acogió las colaboraciones de Ayala desde su llegada al exilio. Pertenecía al grupo que promovió la revista Sur, y fue uno de los impulsores de Realidad. Revista de Ideas (1947-1949).

cartas 1 al 5 de 13
FECHA
11/02/1950
REMITENTE
Francisco Ayala
DESTINATARIOS/AS
Eduardo Mallea
DESTINO
S.l.
ORIGEN
S.l.
FICHA DESCRIPTIVA

[Carta manuscrita con membrete:] UNIVERSIDAD DE PUERTO RICO / RIO PIEDRAS, PUERTO RICO / FACULTAD DE CIENCIAS SOCIALES / OFICINA DEL DECANO

DEPÓSITO DEL ORIGINAL
Archivo Eduardo Mallea

Carta de Francisco Ayala a Eduardo Mallea (11/02/1950)

11 febrero 1950

Querido Eduardo: Libre, por excepción, de compromisos, voy esta tarde de sábado a darte noticias mías. Quizás parezca increíble, pero desde que llegué aquí no tengo momento disponible, entre las clases que tengo que dar, que son ¡ay! demasiadas, y las invitaciones y convites, que no me dejan. He encontrado a la gente muy amable, con un tono de afabilidad y –puede bien decirse– bondad de corazón que ya se ha perdido en tantos otros sitios y que hace “paradisíaca” esta isla. Yo estoy muy contento de mi experiencia por el hemisferio norte. Ojalá todas las etapas sean análogas.

He hablado de tí con mucha gente. Todo el mundo, por supuesto, conoce tu obra. Signo de los tiempos es que algunos hayan leido La Bahía en inglés por no hablar la edición original. Pero en la biblioteca de la Universidad estás bien representado.

Concha Meléndez, en cuya casa estuve comiendo, se me quejó de tu falta de respuesta a un pedido de ella. La consolé diciéndole que eso en tí era una enfermedad crónica conocida en todas las latitudes, pero que yo interpondría mi valiosa influencia para conseguir que le envies el ensayo en cuestión.

Parece que Ortega, cuya venida estaba anunciada para febrero actual, la posterga. Dicen que se le está gestionando el premio Nobel, en cuyo caso más fácil será que vaya al helado que al “ardiente polo” y deje el trópico por el septentrión. Quien llegó anoche, procedente de Colombia, es el setentón don Luis de Zulueta. Fué directamente desde el aeródromo a una fiesta bastante agradable donde estábamos reunidos unos cuantos, y me encontré, con gran sorpresa, después de veinte años, que estaba igual: con su pelo negro en forma de cepillo y su aspecto de grajo de película de dibujos.

Si me escribes aquí –a la dirección del membrete–, no tardes mucho en hacerlo, pues aunque esta gente quisiera retenerme en forma indefinida mi permanencia ya no será muy larga.

Comunica a todos los amigos mis saludos, –y no hago enumeración para no excluir a nadie–, transmíteselos también a Elena, y recibe un gran abrazo de

Ayala.-


FECHA
31/12/1955
REMITENTE
Francisco Ayala
DESTINATARIOS/AS
Eduardo Mallea
DESTINO
S.l.
ORIGEN
Nueva York
FICHA DESCRIPTIVA

[Carta mecanografiada con firma autógrafa y con membrete:] PRINCETON UNIVERSITY / PRINCETON, NEW JERSEY / Department of Modern Languages and Literatures

DEPÓSITO DEL ORIGINAL
Archivo Eduardo Mallea

Carta de Francisco Ayala a Eduardo Mallea (31/12/1955)

Nueva York, 31 diciembre 1955.

Querido Eduardo:

Acabo de recibir tu carta “oficial” invitándome a colaborar en la nueva fase de La Nación, y la he contestado enseguida en la forma que verás por la copia adjunta. Pero no quiero limitarme a esa respuesta, sino expresarte mi gratitud por el afecto y nunca desmentida amistad que me muestras, y a los que puedes estar seguro que correspondo con creces; pues pasan los años, y tú eres y sigues siendo uno de los pocos seres humanos que para mí cuentan de veras, y cuya ausencia siento, pues la comunicación epistolar es siempre deficiente... y no digamos cuando el corresponsal eres tú, porque entonces es cosa de reirse.

Supe por Valmaggia, que estuvo aquí en casa durante su paso por Nueva York, el cargo que te habían dado, y lo comentamos con alegría. Le encargué que te diera un abrazo de mi parte, cosa que, naturalmente, se habrá olvidado de hacer. Ahora, no sé dónde te alcanzará esta carta; pero en todo caso me gustaría tener unas lineas tuyas con tu dirección más permanente en Europa, pues no sería nada dificil que a mediados de año podamos encontrarnos. Para entonces creo que podré tener una que llaman licencia sabática y que consiste en un año con sueldo completo, y estoy proyectando pasarla en el norte de Africa, observando aquel mundo en ebullición; pero antes, claro está, me daré una vuelta por el continente europeo, tanto más, que mi hija, ya para entonces arquitecta, probablemente pasará un año estudiando en Italia.

Quizás recibirías antes de salir de Buenos Aires un ejemplar que hice enviarte de mi nuevo librito, Historia de macacos, publicado por la Revista de Occidente. Hay en él varias novelas cortas que tú ya conoces, y otras que no. Es la misma colección que me había pedido Goyonarte [sic], y que le di con cierta renuencia, porque deseaba, como al fin lo he hecho, publicarlo en España para experimentar la reacción, que ya por lo que se refiere a la censura no deja de ser curiosa. Cuando Goyanarte rompió con Victoria le retiré el libro, que él quería publicar en su nueva editorial; y por supuesto Sur no se creyó en el caso, ni por mero cumplido, de ofrecerme editarlo...

Ahora estoy metido en una novela larga, que espero adelantar durante los próximos meses de residencia en la selva, así como también terminar un librucho sobre la materia del libro que estoy dictando en Princeton; algo que irá bien, quizás, en los Breviarios del Fondo. Entre todas estas cosas, irá saliendo la colaboración a que ahora me comprometo contigo para La Nación, y que será prácticamente exclusiva, pues como puedes imaginarte no me quedará demasiado tiempo para nada más. Esta colaboración, voy a emprenderla con cariño y entusiasmo, pues vale la pena luchar por que se restablezca el tono intelectual de Buenos Aires que, tras la pasada experiencia, no puede seguir alimentandose de preciosismos y jugueteos. Si uno puede ayudar en algo, debe de hacerlo.

De parte de todos nosotros reciban ustedes dos la afectuosa expresión de nuestros sentimientos de Año Nuevo, con lo mejores augurios y un abrazo de

Francisco Ayala.-


FECHA
14/05/1957
REMITENTE
Francisco Ayala
DESTINATARIOS/AS
Eduardo Mallea
DESTINO
95, Avenue Kléber
ORIGEN
S.l.
FICHA DESCRIPTIVA

[Carta mecanografiada con firma autógrafa y con membrete:] EDITORIAL UNIVERSITARIA / UNIVERSIDAD DE PUERTO RICO / RIO PIEDRAS. P. R.

DEPÓSITO DEL ORIGINAL
Archivo Eduardo Mallea

Carta de Francisco Ayala a Eduardo Mallea (14/05/1957)

14 de mayo de 1957

Sr. Eduardo Mallea

Embajador de la República Argentina

95, Avenue Kléber

PARIS XVIe, FRANCE

Querido Eduardo:

Tus cartas llegan por fin a esta islita maravillosa después de recorrer el mundo; tanta más alegría me traen. Al final, para que no se diga que es falso aquello de la vanidad de los propósitos humanos, tuve que renunciar a la parte más atractiva de mi viaje y regresarme desde la India, sin haber visto más que una pequeña parte de lo que me proponía, y eso por varias razones, entre ellas la escasez de recursos pecuniarios. Estuve sólo en Bombay y New Delhi, por ese orden, y no podría describirte la impresión que me hizo la primera de ambas ciudades. Supera a cuanto me imaginaba y a cuanto yo estaba preparado a encontrar. Es un trópico alucinante (a pesar de que conozco mucho, parecido, juntando mis experiencias del Brasil y de las Antillas) y lo que más me fascina es la multitud de ojos clavados sobre uno. Es como si de pronto todas las estrellas del cielo tomaran conciencia y se pusieran a observarnos, medio distraídas, medio burlescas y sabiéndose también mortales. Esta sensación anonadadora supera a todo lo pintoresco e inunda ese mundo de formas infinitamente varias, en donde la decadencia parece sobrepujada por lo que sigue naciendo con su destino a sucumbir quizás enseguida, pero de cualquier manera pronto.

Voy a confesarte que en mi desistimiento de continuar el viaje descubro ahora un ingrediente de terror que me hace ver como pretextos bien aprovechados las que en su momento me parecieron razones válidas. Es terror a uno mismo, a hundirse para siempre. Y sin embargo, creo que volveré alguna vez, tomando la ruta opuesta, es decir la del Pacífico.

Al enviarme tus cartas me dice Nina, hija, que tiene también el anuncio postal de los libros remitidos desde Buenos Aires. Le he dicho que los retenga un poco, porque quizás yo vaya a Nueva York a hacerle una visita de algunos días; si esto no cuajara, se los pediría para que me los envíe aquí, pues tengo muchos deseos de leerlos, como bien puedes imaginarte, tanto los nuevos, como las Notas de un novelista que hace tanto tiempo se me vienen escapando de entre las manos. Cuando los haya leído te escribiré con mis impresiones.

Continúo trabajando en mi novela, sin prisa, pues mi ritmo es muy lento para la invención literaria, pero ahora también sin cesar. Ya tengo en limpio la mitad; no va a quedar muy voluminosa, por lo que puedo darme cuenta. Creo que va a hacer [sic] un libro aun más desagradable que el anterior, a pesar de que éste ya lo era bastante y ha habido quien no ha podido tragarlo y quien ha reaccionado de un modo casi histérico, que es el tono de una carta de María Zambrano, recién recibida, donde se queja de su eficacia corrosiva. Quizás tienen razón, y quizás sea bueno –literariamente– dar a mi nueva novela un contrapunto de inocencia y buenos sentimientos a cargo de algunos personajes femeninos que compensen la brutalidad despiadada del resto.

Perdona que monologue contigo sobre estas cuitas mínimas de escritor que a nadie confiaría sino a quien sé que las padece por su parte.

Verías, supongo, publicado en el diario el artículo sobre la Universidad. No es el final de cuentas sino una parte pequeña de cuanto habría que decir. Ayer mismo leo una información sobre los motines de los estudiantes de medicina en protesta contra el examen de ingreso....

La descripción, o las alusiones, mejor dicho de la primavera en París, que contiene tu carta le han puesto los dientes largos a Bayón, a quien leí el párrafo, e incluso a mí mismo no obstante haber estado ahí hace poco tiempo, durante el no menos bello invierno. No dejen ustedes de aprovechar su estada con toda la posible intensidad. Dile de mi parte a Helena que se olvide de sus decaimientos y tome la vida con más apetito, porque en cierta medida también puede elegirse a voluntad entre lo bueno y lo malo, lo agradable y lo desagradable que las circunstancias presentan muy mezclado.

Y nada más por hoy sino un gran abrazo de tu amigo

Francisco Ayala.-

FA/cvr


FECHA
22/07/1957
REMITENTE
Francisco Ayala
DESTINATARIOS/AS
Eduardo Mallea
DESTINO
París
ORIGEN
S.l.
FICHA DESCRIPTIVA

[Carta mecanografiada con anotaciones a mano, firma autógrafa y membrete:] EDITORIAL UNIVERSITARIA / UNIVERSIDAD DE PUERTO RICO / RIO PIEDRAS, P. R.

DEPÓSITO DEL ORIGINAL
Archivo Eduardo Mallea

Carta de Francisco Ayala a Eduardo Mallea (22/07/1957)

22 de julio de 1957

Sr. Eduardo Mallea

Unesco

París

Querido Eduardo:

En estos días ha llegado Nina mi hija a pasar unas pequeñas vaciones [sic] con nosotros en el trópico, y me traía tus libros, de los cuales he leído inmediatamente el voluminoso Simbad. Quiero apresurarme a comunicarte algunas reflexiones que esa lectura ha suscitado en mí.

En primer lugar, la palabra “voluminoso” apunta ya a ciertas consecuencias de carácter estético. Desde hace algún tiempo vengo fijándome, y hasta he señalado, con referencia especial a la arquitectura, el papel que juega el tamaño de la obra en el conjunto de sus valores artísticos. La intuición más viva de ello la tuve frente al Perseo de Cellini, que a pesar de su tamaño efectivo y de su perfección, es una obra de orfebrería agrandada. Dentro de este orden de pensamientos, me parece que Simbad responde bien en sus proporciones a la magnitud de la concepción, que pretende, como en toda buena novela, encerrar dentro de una estructura comprensible nada menos que la vida humana en alguna de sus manifestaciones. Esa estructura para el Simbad está lograda con admirable resultado, y con una gracia literaria única al descubrir el protagonista que él es Simbad mediante esa casual y estupendamente verosímil manera de saludarlo quien no recordaba en aquel momento su nombre. Es una especie de nominación de Jacob, que descubre un destino y lo hace manifiesto. Todo lo que la existencia tiene de frustración en la realización y de fracaso en el éxito está recogido en tu libro, con un aliento épico, pero con ciertos acentos de elegía que corresponden a la exigencia espiritual del género novelístico y de nuestro tiempo.

A propósito de tiempo: observo que el decurso temporal de la novela está fijado con toda precisión, pero sin que haya intenciones especiales, como en otras novelas tuyas, de apoyarse principalmente en las circunstancias, sino sólo como un marco para situar el desarrollo o los desarrollos biográficos que sobre todo interesan. De cualquier modo, ese marco está ahí, existe, y cada uno de los personajes nos está hablando con su presencia de un determinado ambiente social y de una acontecer histórico bien concreto. Me parece que este papel se lo atribuyes de modo personalísimo a Ruco, ese formidable personaje, que define sus orígenes “hablando fino” y hasta francés. Es un prodigio de observación y de caracterización. Lo único que me molesta (pero esto nada tiene que ver con los juicios literarios) es que sea tan simpático, porque después de todo es un peronista a nativitate, y el único que aparece en el libro. Involuntariamente lo he comparado con mi porteño Vatteone de “El encuentro” que, sin dejar de ser humano, creo, resulta razonablemente odioso. Pero, como digo, estas apreciaciones pertenecen a otro plano que el literario, donde tu personaje es un rey.

En resumen, el libro es, a mi parecer caudaloso, rico y muy logrado, de modo que ocupa el puesto que le corresponde en la serie de tu producción.

No quiero dejar de referirme a él son llamarte la atención sobre un pequeño desliz, una tontería, pero que vale la pena quizás de que repares en ella, para futuras ediciones, sino es que yo me he ofuscado como lector y me equivoco; pero me parece que el Dr. Villa de la página 632 es un revenant, ya que había muerto en la página 525. Si no estoy equivocado, sería un accidente curioso, de los que está llena la historia literaria. Cuando me escribas, no dejes de hacer alusión a este punto que me resulta curioso.

Yo, por mi parte, concluí la novela en que estaba trabajando, y se la he enviado a López Llausás. Ha quedado un librito de 200 páginas o poco más; y según suele ocurrir, y quizás sea sano que ocurra, ya no me gusta nada. Tampoco me gusta el título que le he puesto, y tengo la esperanza de que se me ocurra otro antes de que se publique. Vacilé entre “El fondo del vaso” y “Muertes de perro”; y este último me pareció más a tono, sin satisfacerme en absoluto. ¿Qué dirías tú acerca de ello, sin previa lectura de la novela?

Habrás visto publicado mi artículo sobre el problema de la Universidad. He recibido muchas cartas de Buenos Aires, y cartas de gente considerable, encontrando plausibles mis posiciones. Por supuesto, los que piensan de otro modo no suelen escribírselo a uno; pero de todas maneras creo que el artículo se ha discutido y fue una pequeña sensación, no precisamente en el sentido de la famosa petite sensation. Si yo fuera quien tuviera a mi cargo el diario, no temería tanto el publicar cosas vivas, aunque de vez en cuando fueran disparatadas, pues el disparate es un riesgo que vale la pena de correr, mejor que sucumbir a la arterioesclerosis. El país está en momentos muy delicados, y yo sigo siendo enormemente optimista a juzgar por lo que veo, oigo y me escriben, no obstante reflejar todas las cartas desconcierto y preocupación grandes. Las ilusiones fáciles del comienzo no podían durar mucho, y es bueno que se hayan desvanecido y que la gente tenga que roer la desagradable realidad, única manera de que llegue a ser un poco menos desagradable, y como quiera sirva de alimento, ya que las ilusiones alimentan menos que los mendrugos duros.

Bueno, termino esta carta enviando de parte de ambas Ninas, y de mi parte también, muy cariñosos saludos a Elenita, y para ti un abrazo de tu viejo y fraternal amigo,

Francisco Ayala.-

Francisco Ayala

FA /cvr

P.D. Ya sabes que, a partir de la primera quincena de septiembre mi dirección es:

Miss Nina Ayala

420 E. 64th St. (E 3J)

New York 21, N. Y.

[Escrito a mano:] La máquina es buena, pero la mecanógrafa, mala. Señal de los tiempos. Peor es mi letra.


FECHA
03/02/1959
REMITENTE
Francisco Ayala
DESTINATARIOS/AS
Eduardo Mallea
DESTINO
S.l.
ORIGEN
S.l.
FICHA DESCRIPTIVA

[Carta mecanografiada con firma autógrafa y con membrete:] RUTGERS · THE STATE UNIVERSITY / COLLEGE OF ARTS AND SCIENCES / NEW BRUNSWICK, NEW JERSEY

DEPÓSITO DEL ORIGINAL
Archivo Eduardo Mallea

Carta de Francisco Ayala a Eduardo Mallea (03/02/1959)

3 de febrero 1959

Querido Eduardo:

Unas lineas para saludarlos y darles nuestra actual dirección. Es

54 W., 16th Street, Apt. 4F

New York 11, N.Y.

Ojalá los veamos por aquí en alguna ocasión próxima. Pero, por lo pronto, espero que uses esas señas para mandarme un ejemplar de tu nuevo libro, Posesión, del que sólo tengo noticia indirecta.

Podrás colegir por el membrete que ahora estoy trabajando en una universidad próxima a Manhattan, donde, por cierto, mis alumnos leerán este semestre tu Chaves entre unos pocos libros destinados a familiarizarlos con la cultura latinoamericana, como reza el título del curso.

Y nada más hoy, aunque pienso escribirte pronto una carta larga tratando de todas las cosas y muchas más.

Reciban nuestros cariñosos saludos, y tu un fraternal abrazo de tu amigo

Ayala.-