Las cartas de Francisco Ayala sobre

Antonio López Llausàs

Antonio López Llausàs. Barcelona, 1888-Buenos Aires, 1979. 

Librero y editor, se instaló en 1939 en Buenos Aires para trabajar como gerente de la editorial Sudamericana, que luego adquiriría y convertiría en una de las empresas editoriales más importantes de América Latina.


Ayala, que le dedica un capítulo de sus memorias, publicó en Sudamericana, además de algunos importantes ensayos y traducciones, las primeras ediciones de Los usurpadores (1949), Muertes de perro (1958) y El fondo del vaso (1962).

cartas 1 al 5 de 12
FECHA
04/02/1951
REMITENTE
Francisco Ayala
DESTINATARIOS/AS
José M.ª Ferrater Mora
DESTINO
S.l.
ORIGEN
Universidad de Puerto Rico
FICHA DESCRIPTIVA

[Carta mecanografiada con firma autógrafa y con membrete:] UNIVERSIDAD DE PUERTO RICO / RÍO PIEDRAS, PUERTO RICO / FACULTAD DE ESTUDIOS GENERALES

DEPÓSITO DEL ORIGINAL
Fondo “Epistolario del Legado Ferrater Mora”. Universitat de Girona. Cátedra Ferrater Mora de Pensamiento Contemporáneo

Carta de Francisco Ayala a José M.ª Ferrater Mora (04/02/1951)

4 de febrero de 1951.

Mi querido Ferrater:

Hoy mismo escribo a Borges –no lo había hecho antes por la necesidad de atender a una balumba de cosas, de las que poco a poco me voy desprendiendo– y le pido que le envíe a usted,no sólo los dos tomitos en cuestión, sino también el Aleph, caso de que disponga de algún ejemplar.

No será menester que le diga cuanto le agradezco sus palabras relativas a mis novelas. Las ha leído usted con generosidad de espíritu, y ha tenido también la generosidad de decirme que le gustan, cosa que, increíblemente, resulta excepcional, aun más que lo primero.

Voy a pedirle un favor: cuando quise escribirle a Clavería unas palabras para decirle que había leído sus dos trabajos –verdaderamente sugestivos y serios– sobre Unamuno, y que los he dado a leer a Serrano Poncela, me dí cuenta de que no tengo conmigo su dirección. Entre tanto, se han pasado unas cuantas semanas, y lo que hubiera podido decirle ya está un poco frío. Me pesa, porque, en todo caso, hubiera debido agradecer a ese simpático matrimonio sus gentilezas. Y el favor que quiero pedirle a usted es que me disculpe con ellos, diciéndoles, sencillamente, lo que me ha pasado, y me transmita su dirección para una próxima oportunidad.

Yo sabía que andaba por ahí el hijo de López Llausás, pues me retransmitieron desde Nueva York una carta del padre, donde me lo anunciaba. Lástima que no lo veré, a menos que se quede por aquí unas horas a su regreso. Me alegro de que le haya confirmado la que recordará usted era mi impresión acerca de las editoriales argentinas y en particular de la Sudamericana.

He conversado con Medina Echevarría sobre el capítulo que tuve ocasión de medio leer en el original de usted, y se mostró muy interesado. En verdad, escribimos unos cuantos, los unos para los otros; pero así está bien, después de todo.

Dígale a Jaimito que me acuerdo mucho de él, de sus idiomas y de sus picardías. Saludos a su esposa, y reciba usted un abrazo de

Francisco Ayala.-


FECHA
22/07/1957
REMITENTE
Francisco Ayala
DESTINATARIOS/AS
Eduardo Mallea
DESTINO
París
ORIGEN
S.l.
FICHA DESCRIPTIVA

[Carta mecanografiada con anotaciones a mano, firma autógrafa y membrete:] EDITORIAL UNIVERSITARIA / UNIVERSIDAD DE PUERTO RICO / RIO PIEDRAS, P. R.

DEPÓSITO DEL ORIGINAL
Archivo Eduardo Mallea

Carta de Francisco Ayala a Eduardo Mallea (22/07/1957)

22 de julio de 1957

Sr. Eduardo Mallea

Unesco

París

Querido Eduardo:

En estos días ha llegado Nina mi hija a pasar unas pequeñas vaciones [sic] con nosotros en el trópico, y me traía tus libros, de los cuales he leído inmediatamente el voluminoso Simbad. Quiero apresurarme a comunicarte algunas reflexiones que esa lectura ha suscitado en mí.

En primer lugar, la palabra “voluminoso” apunta ya a ciertas consecuencias de carácter estético. Desde hace algún tiempo vengo fijándome, y hasta he señalado, con referencia especial a la arquitectura, el papel que juega el tamaño de la obra en el conjunto de sus valores artísticos. La intuición más viva de ello la tuve frente al Perseo de Cellini, que a pesar de su tamaño efectivo y de su perfección, es una obra de orfebrería agrandada. Dentro de este orden de pensamientos, me parece que Simbad responde bien en sus proporciones a la magnitud de la concepción, que pretende, como en toda buena novela, encerrar dentro de una estructura comprensible nada menos que la vida humana en alguna de sus manifestaciones. Esa estructura para el Simbad está lograda con admirable resultado, y con una gracia literaria única al descubrir el protagonista que él es Simbad mediante esa casual y estupendamente verosímil manera de saludarlo quien no recordaba en aquel momento su nombre. Es una especie de nominación de Jacob, que descubre un destino y lo hace manifiesto. Todo lo que la existencia tiene de frustración en la realización y de fracaso en el éxito está recogido en tu libro, con un aliento épico, pero con ciertos acentos de elegía que corresponden a la exigencia espiritual del género novelístico y de nuestro tiempo.

A propósito de tiempo: observo que el decurso temporal de la novela está fijado con toda precisión, pero sin que haya intenciones especiales, como en otras novelas tuyas, de apoyarse principalmente en las circunstancias, sino sólo como un marco para situar el desarrollo o los desarrollos biográficos que sobre todo interesan. De cualquier modo, ese marco está ahí, existe, y cada uno de los personajes nos está hablando con su presencia de un determinado ambiente social y de una acontecer histórico bien concreto. Me parece que este papel se lo atribuyes de modo personalísimo a Ruco, ese formidable personaje, que define sus orígenes “hablando fino” y hasta francés. Es un prodigio de observación y de caracterización. Lo único que me molesta (pero esto nada tiene que ver con los juicios literarios) es que sea tan simpático, porque después de todo es un peronista a nativitate, y el único que aparece en el libro. Involuntariamente lo he comparado con mi porteño Vatteone de “El encuentro” que, sin dejar de ser humano, creo, resulta razonablemente odioso. Pero, como digo, estas apreciaciones pertenecen a otro plano que el literario, donde tu personaje es un rey.

En resumen, el libro es, a mi parecer caudaloso, rico y muy logrado, de modo que ocupa el puesto que le corresponde en la serie de tu producción.

No quiero dejar de referirme a él son llamarte la atención sobre un pequeño desliz, una tontería, pero que vale la pena quizás de que repares en ella, para futuras ediciones, sino es que yo me he ofuscado como lector y me equivoco; pero me parece que el Dr. Villa de la página 632 es un revenant, ya que había muerto en la página 525. Si no estoy equivocado, sería un accidente curioso, de los que está llena la historia literaria. Cuando me escribas, no dejes de hacer alusión a este punto que me resulta curioso.

Yo, por mi parte, concluí la novela en que estaba trabajando, y se la he enviado a López Llausás. Ha quedado un librito de 200 páginas o poco más; y según suele ocurrir, y quizás sea sano que ocurra, ya no me gusta nada. Tampoco me gusta el título que le he puesto, y tengo la esperanza de que se me ocurra otro antes de que se publique. Vacilé entre “El fondo del vaso” y “Muertes de perro”; y este último me pareció más a tono, sin satisfacerme en absoluto. ¿Qué dirías tú acerca de ello, sin previa lectura de la novela?

Habrás visto publicado mi artículo sobre el problema de la Universidad. He recibido muchas cartas de Buenos Aires, y cartas de gente considerable, encontrando plausibles mis posiciones. Por supuesto, los que piensan de otro modo no suelen escribírselo a uno; pero de todas maneras creo que el artículo se ha discutido y fue una pequeña sensación, no precisamente en el sentido de la famosa petite sensation. Si yo fuera quien tuviera a mi cargo el diario, no temería tanto el publicar cosas vivas, aunque de vez en cuando fueran disparatadas, pues el disparate es un riesgo que vale la pena de correr, mejor que sucumbir a la arterioesclerosis. El país está en momentos muy delicados, y yo sigo siendo enormemente optimista a juzgar por lo que veo, oigo y me escriben, no obstante reflejar todas las cartas desconcierto y preocupación grandes. Las ilusiones fáciles del comienzo no podían durar mucho, y es bueno que se hayan desvanecido y que la gente tenga que roer la desagradable realidad, única manera de que llegue a ser un poco menos desagradable, y como quiera sirva de alimento, ya que las ilusiones alimentan menos que los mendrugos duros.

Bueno, termino esta carta enviando de parte de ambas Ninas, y de mi parte también, muy cariñosos saludos a Elenita, y para ti un abrazo de tu viejo y fraternal amigo,

Francisco Ayala.-

Francisco Ayala

FA /cvr

P.D. Ya sabes que, a partir de la primera quincena de septiembre mi dirección es:

Miss Nina Ayala

420 E. 64th St. (E 3J)

New York 21, N. Y.

[Escrito a mano:] La máquina es buena, pero la mecanógrafa, mala. Señal de los tiempos. Peor es mi letra.


FECHA
09/05/1958
REMITENTE
Francisco Ayala
DESTINATARIOS/AS
José M.ª Ferrater Mora
DESTINO
S.l.
ORIGEN
S.l.
FICHA DESCRIPTIVA

[Carta mecanografiada con firma autógrafa]

DEPÓSITO DEL ORIGINAL
Fondo “Epistolario del Legado Ferrater Mora”. Universitat de Girona. Cátedra Ferrater Mora de Pensamiento Contemporáneo

Carta de Francisco Ayala a José M.ª Ferrater Mora (09/05/1958)

9 de mayo de 1958.

Mi querido Ferrater:

Dada la fuerza de tu imaginación, no necesitarás que te diga cuánto te he agradecido tu carta, que recibo en este momento. Y prueba de ello es que, contrariando todas las previsiones y la lógica misma de la naturaleza, me instalo ante la maquina de escribir, desdeño por un rato las incitaciones de la popularidad que me asedia, y me aplico a la actividad cuyo fruto son las lineas que tendrás ante los ojos si el correo se digna cumplir su cometido. En realidad, es sólo un aparente desdén, pues si sacrifico por un momento glorias efímeras, nunca más largas que la indigestión producida por un banquete, es a cambio de la más duradera que aguarda al tomo de nuestra correspondencia. Pero si los curiosos lectores de épocas venideras acudieran a ella en busca de mis impresiones sobre el Buenos Aires del año crucial de 1958, buen chasco van a llevarse. Cuando nos veamos, si aún dura para entonces el posible interés del asunto, te contaré verbalmente (pues que la butaca es siempre más cómoda que el sillín mecanográfico) lo que quieras saber de ello. En cambio podrán averiguar esos lectores, cuya hipotética legión probablemente se reduzca en verdad a algún que otro curioso erudito, que he visto la maquete [sic] de tu Diccionario, verdaderamente impresionante, y que López Llausás me ha comunicado su intención de remitirte por via aérea, sin reparar en erogaciones, el primer ejemplar de la obra; que están todos orgullosos de sacarla a relucir, y que ocasionalmente (esto es, con ocasión de haberme quejado yo del despojo inicuo por parte de Losada de mis legitimas ganancias sociológicas) el gran Antonio, quizás para que vea yo la diferencia de editorial a editorial y who is who in Argentina, me dijo, sin advertir que podía morirme de envidia, lo que piensa que vas a cosechar tú con tu libro.

No creas que no tuve yo una pequeña crónica de tu paso por la Isla de la Simpatía, cúyo es el apodo que le enjaretó el Cansado de su Nombre: el mundo es chico, y no sóla la susodicha, y mi sistema de espionaje no omite rincón de la tierra.

Aún no tuve noticia alguna de Rutgers; por lo visto, Rodríguez Alcalá debe de irse para ganar más en sueldo y categoría; si de aquí al lunes no he tenido news le escribiré a Vázquez Amaral, o a Pane, urgiéndoles, para saber a qué atenerme. Claro está que eso de Baltimore sería excelente; y para qué te cuento la alegría que me produce saber que has tenido oportunidad de hacerme ese bien. En efecto, no hay que dejarlo de la mano. Veremos si de un modo o de otro me traslado a Tierra Firme. Lo de la charla (yo procuraría que fuese impresionante, como sugieres) tienes que arreglarlo tú.

Mi novela saldrá a principios de junio. Voy a pedir que te manden un ejemplar a París, para que mates un poco el aburrimiento que, como es notorio, produce ese pueblito, y sobre todo para que apagues con su lectura las nostalgias americanas que te asaltarán sin duda tan pronto como abandones este Continente, –pues se trata de una novela “americana”.

A mi hermano José Luis y a Rosa, su mujer, le dí los recuerdos de ustedes, y estuvimos hablando un buen rato acerca del pasado y presente, dejando al futuro que hable por sí mismo. Ellos están bastante bien; a mí me encontraron muy viejo.

Y termino, pues no quiero quitarte mucho de tu importante tiempo.

Saludos muy afectuosos de Nina para todos ustedes, y un abrazo de

Ayala.-


FECHA
03/02/1961
REMITENTE
Francisco Ayala
DESTINATARIOS/AS
Eduardo Mallea
DESTINO
S.l.
ORIGEN
S.l.
FICHA DESCRIPTIVA

[Carta mecanografiada con firma autógrafa y con membrete:] RUTGERS · THE STATE UNIVERSITY / COLLEGE OF ARTS AND SCIENCES / NEW BRUNSWICK, NEW JERSEY

DEPÓSITO DEL ORIGINAL
Archivo Eduardo Mallea

Carta de Francisco Ayala a Eduardo Mallea (03/02/1961)

3 de febrero de 1961

Mi querido Eduardo:

Esta vez me toca a mí sentirme culpable y pedirte disculpas por no haberte escrito en tan largo tiempo. Es lo cierto que, últimamente, llovieron sobre mí cosas tan diversas, y tan apremiantes algunas de ellas –lo que en modo alguno significa importantes; muchas veces, todo lo contrario– que me han robado la calma indispensable para ponerme a escribir una carta que no sea de las exigidas por requerimientos prácticos inmediatos.

Y al decir esto, me doy cuenta de que la presente, en cierto modo, responde a un motivo de ese tipo, ya que te he hecho enviar directamente desde España un ejemplar de mi nuevo libro de ensayos (en gran parte, publicados en La Nación a lo largo de años), editado por Taurus bajo el título de Experiencia e invención, y como lo recibirás sin dedicatoria, esta carta quiere suplirte las palabras afectuosas que hubiera deseado escribir sobre la ahora impoluta portadilla.

He sabido que salió La vida blanca, así como una edición de La razón humana. He encargado a la biblioteca universitaria que adquiera ambos libros, pero todavía no han llegado; creo que muy pronto me daré el gusto de verlos.

Durante el verano pasado estuvimos en Europa, como creo que sabrás (me parece, aunque no estoy seguro de mi memoria, que les escribimos a ustedes una postal desde París; pero bien pudiera ser que todo quedara en la intención, y esas intenciones perduran más en el ánimo que el propósito cumplido.) Fuimos a España, cuyo estado presente me interesaba comprobar de visu, aparte de confrontaciones con el mundo de mi infancia y juventud, que he cumplido con la intensidad premeditada. Acerca de las impresiones recibidas habría materia para hablar interminablemente, y como una carta no puede serlo, más valdrá no entrar siquiera en el tema. En fin, gasté tiempo y el poco dinero disponible, y aunque no hice nada que se traduzca o pueda traducir en letra impresa, no lo doy por perdido. Entre otras cosas, dejé que se retrasara una nueva novelita que tenía entre manos, continuación en cierto modo, y en cierto modo, no, de Muertes de perro, y ahora, después de salir de otros apremios relacionados con la cuestion de panem lucrando, por fin la he terminado. Lleva el horrible título de La gran vidorra, que corresponde al tipo de horror que me propongo expresar en ella. A la política y miseria de la anterior ha sucedido, dentro del mismo ambiente, la prosperidad y el progreso. El resultado es La gran vidorra. Ya está en poder de López LLausás, y si como deseo la publica pronto, me darás tu opinión, que tanto estimo.

Aparte de eso, he escrito varios cuentos, varios de ellos impublicables, por lo menos en revistas de buena reputación y costumbres honestas. (Y de las otras, me parece que ya no queda ninguna). En fin, con esto te doy cuenta de mis actividades plumísticas, que son las únicas, casi, a que me dedico, aparte del aburrido oficio de enseñar al que continuará no sabiendo; y si quieres saber ahora acerca de los planes para el futuro inmediato, se reducen a seguir enseñando, como lo haré el próximo verano en Columbia University, y quizás dar una escapada a Puerto Rico, o a Méjico, para cambiar de paisaje y de aires. Poca cosa, según puedes comprobar.

Siempre tenemos en la mente la posibilidad de que, algún dia, se animen a darse una vuelta por acá. Nos gustaría tanto su visita…Y creo que es sólo cuestión de decidirse, que me parece, para tí y en tu caso, la más difícil de las cuestiones. Si Elenita tuviera entusiasmo, a lo mejor se animaban.

Nina me encarga de transmitir sus cariñosos saludos. Y yo les envio un gran abrazo, esperando que no tarden demasiado en venir sus noticias. (Desde luego, haz caso omiso del membrete: la dirección personal es 54 W., 16th St., New York 11, N.Y.)

Cordialmente, tu viejo amigo

Francisco Ayala.-


FECHA
11/02/1961
REMITENTE
Francisco Ayala
DESTINATARIOS/AS
Damián Bayón
DESTINO
S.l.
ORIGEN
Nueva York
FICHA DESCRIPTIVA

[Carta mecanografiada. Las dos últimas líneas y firma autógrafas]

DEPÓSITO DEL ORIGINAL
Instituto de América de Santa Fe. Legado Damián Bayón. Archivo (Santa Fe, Granada)

Carta de Francisco Ayala a Damián Bayón (11/02/1961)

11 de febrero de 1961

Querido Damián:

Contesto a su carta y, ante todo, lo [sic] agradezco el ofrecimiento de enviarme un resúmen de las clases de Bataillon que, desde luego, me interesan muchísimo, como todo lo que él escribe. Si puede hacerlo con comodidad y no excesivo sacrificio, mándemelo; en otro caso, absténgase, pues por ahora he dejado el tema de la novela picaresca, y él siempre publicará lo que está haciendo. Mis trabajos están en el libro Experiencia e invención, ya publicado por Taurus, y del que he visto un ejemplar que me remitieron, prometiendo otros nueve para completar la espléndida suma de 10 que dan al autor. De ellos le reservo a usted uno; pero ya veremos cuando llegan, porque a éstos, para decirlo finamente, se les pasea el alma por el cuerpo. Creo que el libro queda bien, con gran unidad interna.

Me pregunta por La gran vidorra. Pues ya se concluyó, y la he enviado a López Llausàs. Estoy, pues, en la fase en la que uno se resiste a hablar del libro. Ya hablará él, por sí mismo, si quiere, y no tardando mucho (espero). Sigo haciendo algunas cosillas, cortas de extensión, si no de intención, y en eso me entretengo. Lo malo es que algunas resultan decididamente impublicables; digo, no sé si eso será lo malo, o lo bueno.

La novela de Cortázar aun no la conozco. Mandé que la compraran en Bryn Mawr, pero aun no ha llegado. Por lo tanto, mal puedo darle una opinión. Me temo, sin embargo, a juzgar en parte por las impresiones que ya usted me dió, y en parte porque se trata de algo que esta sucediendo mucho hoy en dia, que el defecto de no calcular adecuadamente el tamaño de la pieza perjudica demasiado a muchas obras de arte (literaria). Hay cosas -estilos, concepciones, incluso temas- que podrían ser sumamente agradables si no se presentaran en forma desmesurada, pero que pierden la gracia e incluso invitan al bostezo cuando se nos ofrecen en un desarrollo canceroso. Inclusive para dar literariamente la impresión del tedio, es necesario no aburrir, del mismo modo que para dar la impresión del lenguaje hablado, vivo, es necesario huir de la reproducción gramafónica de lo que la gente efectivamente dice. De no ser así, el mejor novelista del mundo sería un tape-recorder, o un Sánchez Ferlosio.

Aqui se publicó un número dedicado a España del Atlantic Monthly, que no está mal, pero tiene sus bemoles. Si usted tiene oportunidad de echarle una mirada ahí en cualquier Linconl Library u otro sitio, no deje de hacerlo. A mí se me ha ocurrido escribir unas cuantas puntualizaciones de poca consecuencia, pero que en cierto modo son resultado de mi ida a España en el verano pasado. Ya lo verá usted en su momento.

No sé si le dije que Enjuto publicó por fin en Asomante su artículo sobre Muertes de perro, que queda muy bien. He sabido de ellos por breves y eufóricas lineas en una carta que me escribió Gullón desde su compañía. Tengo ganas de darme una vuelta por Puerto Rico, y quizás lo haga en el verano, antes o después del curso de idem, que voy a dar este año en Columbia University, para reponerme de gastos excesivos en el año anterior: de modo que mis vacaciones, si tal puede llamárseles, se reducirán a 15 o 20 dias de trópico amable.

Recibí de Carpio una carta larga, pero malhumorada; y por otros conductos he sabido también de su estado de animo escasamente jovial.

[Escrito a mano:]

Lo lamento por ambos conyuges.

Y nada más por hoy, sino un abrazo de

Ayala.-