Epistolario de Francisco Ayala

11/02/1950

DESTINATARIO: Mallea, Eduardo REMITENTE: Ayala, Francisco

FECHA
11/02/1950
REMITENTE
Francisco Ayala
DESTINATARIOS/AS
Eduardo Mallea
DESTINO
S.l.
ORIGEN
S.l.
FICHA DESCRIPTIVA

[Carta manuscrita con membrete:] UNIVERSIDAD DE PUERTO RICO / RIO PIEDRAS, PUERTO RICO / FACULTAD DE CIENCIAS SOCIALES / OFICINA DEL DECANO

DEPÓSITO DEL ORIGINAL
Archivo Eduardo Mallea

Carta de Francisco Ayala a Eduardo Mallea (11/02/1950)

11 febrero 1950

Querido Eduardo: Libre, por excepción, de compromisos, voy esta tarde de sábado a darte noticias mías. Quizás parezca increíble, pero desde que llegué aquí no tengo momento disponible, entre las clases que tengo que dar, que son ¡ay! demasiadas, y las invitaciones y convites, que no me dejan. He encontrado a la gente muy amable, con un tono de afabilidad y –puede bien decirse– bondad de corazón que ya se ha perdido en tantos otros sitios y que hace “paradisíaca” esta isla. Yo estoy muy contento de mi experiencia por el hemisferio norte. Ojalá todas las etapas sean análogas.

He hablado de tí con mucha gente. Todo el mundo, por supuesto, conoce tu obra. Signo de los tiempos es que algunos hayan leido La Bahía en inglés por no hablar la edición original. Pero en la biblioteca de la Universidad estás bien representado.

Concha Meléndez, en cuya casa estuve comiendo, se me quejó de tu falta de respuesta a un pedido de ella. La consolé diciéndole que eso en tí era una enfermedad crónica conocida en todas las latitudes, pero que yo interpondría mi valiosa influencia para conseguir que le envies el ensayo en cuestión.

Parece que Ortega, cuya venida estaba anunciada para febrero actual, la posterga. Dicen que se le está gestionando el premio Nobel, en cuyo caso más fácil será que vaya al helado que al “ardiente polo” y deje el trópico por el septentrión. Quien llegó anoche, procedente de Colombia, es el setentón don Luis de Zulueta. Fué directamente desde el aeródromo a una fiesta bastante agradable donde estábamos reunidos unos cuantos, y me encontré, con gran sorpresa, después de veinte años, que estaba igual: con su pelo negro en forma de cepillo y su aspecto de grajo de película de dibujos.

Si me escribes aquí –a la dirección del membrete–, no tardes mucho en hacerlo, pues aunque esta gente quisiera retenerme en forma indefinida mi permanencia ya no será muy larga.

Comunica a todos los amigos mis saludos, –y no hago enumeración para no excluir a nadie–, transmíteselos también a Elena, y recibe un gran abrazo de

Ayala.-