Lectura de «El abrazo»

Lectura de «El abrazo»

La primera sesión de las Lecturas de Francisco Ayala, que se celebró el pasado 22 de marzo, se quedó corta. La veintena de lectores congregados en Alcázar Genil para dar comienzo a esta actividad (que, por cierto, continúa el 12 de abril con la lectura de «San Juan de Dios») habríamos prolongado un buen rato más la tertulia.

La primera sesión de las Lecturas de Francisco Ayala, que se celebró el pasado 22 de marzo, se quedó corta. La veintena de lectores congregados en Alcázar Genil para dar comienzo a esta actividad (que, por cierto, continúa el 12 de abril con la lectura de «San Juan de Dios») habríamos prolongado un buen rato más la tertulia.

En el diálogo sobre «El abrazo» estuvimos todos de acuerdo en que el relato atrapa y fascina desde el arranque:

«Tierra de sal y de hierro; tierra violenta, sedienta, áspera; tierra ocre; flor de romero, amarillos y jaramagos, pinares de verde perenne y amargo; caballos, toros, cabras, sucias ovejas, pastores de ojos duros; breñas, espinos, peñascos, sangre, greda, polvo: tierra mía, ¡adiós!»

 

Así se despide de Castilla don Juan Alfonso de Alburquerque, cuyo complejo papel en el relato fue también objeto de comentarios y alabanzas. ¿Qué o a quién representa, más allá del personaje histórico? Se sugirió que actúa a la manera del coro en la tragedia griega, y que puede simbolizar el lugar de los intelectuales y hasta al mismo Francisco Ayala.

Y es que el autor, en «El abrazo» como en el resto de los relatos que forman Los usurpadores (1949), utilizó los hechos y personajes de la historia de España como recursos narrativos para indagar en el turbulento reinado de Pedro I, marcado por la lucha por el poder, con tantos paralelismos con la guerra civil del 36 como ya había señalado el mismo Ayala en el ensayo La noche de Montiel (1940).

Historia, literatura… ¿Cómo leemos hoy «El abrazo»?