Cartas enviadas a Claudio Sánchez-Albornoz:

Claudio Sánchez-Albornoz

1893 Madrid - 1984 Ávila

Claudio Sánchez-Albornoz fue ministro de Estado en la Segunda República. Durante su exilio en Buenos Aires mantuvo en las páginas de Realidad una polémica con Francisco Ayala sobre el “problema español”. 


En los años sesenta ostentó el cargo de presidente de la República en el exilio. Retornó definitivamente a España en 1983, un año antes de morir. 

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FECHA
18/01/1946
REMITENTE
Francisco Ayala
DESTINATARIOS/AS
Claudio Sánchez-Albornoz
DESTINO
S.l.
ORIGEN
Buenos Aires
FICHA DESCRIPTIVA

[Carta mecanografiada]

DEPÓSITO DEL ORIGINAL
Fundación Francisco Ayala

Carta de Francisco Ayala a Claudio Sánchez-Albornoz (18/01/1946)

Buenos Aires, 18 de enero de 1946.

Sr. D. Claudio Sánchez Albornoz.

CAPITAL.

Mi querido don Claudio:

Acabo de leer la puntada que me tira usted al final de su estudio sobre Jovellanos. Si usted se hubiera limitado al palmetazo por mi osadía e ignorancia, nada había que decir. Pero ¿cómo voy a quedarme callado, si se pone usted a discutir, y sus propios razonamientos corroboran puntualmente la tesis misma por la que me aplica aquel castigo? –Veamos: ante todo, el hecho de “nuestra postura tangencial en el mundo moderno”. Esa es mi herejía. Pero dice usted que “hace siglos que los enemigos del nuestro (imperio) cambiaron su odio por desdén hacia lo hispánico. Y no hemos podido romper hasta hoy la conspiración del silencio desdeñoso con que nos han cercado”. Hablando de nuestras discordias, afirma que “han apartado, cientos de veces, de las fecundas jornadas creadoras a que sus excelsos talentos empujaban, a cientos de grandes y geniales españoles, cuyas posibilidades de creación científica, literaria, técnica o económica naufragaban en la discordia nacional….”. Por último, “nuestro paletismo de papanatas lugareños nos ha llevado además, muchas veces, a dar por buenos los juicios peyorativos foráneos sobre España y sobre los valores españoles y nos ha movido a considerar justificados los silencios de los extranjeros”…O yo estoy muy obcecado, o esta es la descripción precisa de una situación marginal en el conjunto de la cultura moderna.

Pasemos ahora a mi segunda herejía: el hecho de “nuestra caida por obra exclusiva de las propias fuerzas de descomposición interna” tambien aparece descrito por usted mismo con no menor exactitud. “Los españoles mismos –escribe– hemos contribuido a forjar los eslabones de esa cadena, de varias maneras diferentes. Ante todo con nuestros terribles odios hispanos…que nos han arrastrado…a malgastar en bárbaras sañas personales, en revueltas estériles y en funestas guerras civiles, nuestras mejores energias y nuestros mas egregios valores humanos”, y que “han ido ahogando en flor todos los renacimientos sucesivos que nuestra infinita e increible vitalidad nacional ha provocado con frecuencia”. Etcétera. Pues bien: todo esto ¿no es la obra, precisamente, de las propias fuerzas de descomposición interna? No se me ocurre qué otra cosa pudiera ser. Por lo tanto, no entiendo bien en qué consiste su reproche.

De cualquier modo, nuestra pequeña discusión muestra que ni usted ni yo sucumbimos por completo a ese iberismo disolvente, puesto que, por encima de cualquier discordancia de opinión ponemos el afecto de amigos y la solidaridad cordial en ese lema suyo de paz y libertad, que yo tambien reclamo.

Y por que no crea que esta carta tiene una mera finalidad polémica, la aprovecho para ofrecerle la casa donde –por fín– nos hemos instalado: Defensa, 649, 5º F.

Atentos saludos, y un abrazo de