El 22 de mayo de 1998, un jurado presidido por Fernando Lázaro Carreter, director de la Real Academia Española, concedía el premio Príncipe de Asturias de las Letras a Francisco Ayala.
En la última ronda de las votaciones, Ayala fue elegido por amplia mayoría; en cuanto se conoció el fallo, los periodistas acudieron a pedir opinión, como es habitual, a otros escritores, y, entre ellos, a la que se decía que había sido la otra gran candidata: Ana María Matute.
Su respuesta, compendio de frescura y generosidad, la caracteriza a la perfección: