En torno a «El Aleph»

En torno a «El Aleph»

Ayer retomamos en la Fundación las ‘Lecturas de Francisco Ayala’ con una sesión sobre «El Aleph», de Borges, y un breve ensayo de Ayala.

Ayer retomamos en la Fundación las Lecturas de Francisco Ayala con una sesión sobre «El Aleph», de Jorge Luis Borges, aparecido en la revista Sur en 1945, y los «Comentarios textuales a «El Aleph» de Borges» que publicó Francisco Ayala casi veinte años después, en 1963, en su libro Realidad y ensueño.

 

 

 

 

 

 

La sesión, que fue presentada por María Adela Renard, estudiosa de Borges y colaboradora de la Fundación que lleva su nombre, resultó intensa y laberíntica: más borgiana que ayaliana.

Se estuvo de acuerdo en señalar la importancia que tienen en este relato algunos rasgos que son característicos de toda la obra de Borges: la circularidad, el simbolismo, la autoironía o la obsesión por el lenguaje; y, al hilo de esto último, surgió un planteamiento muy interesante: si en «el inefable centro de mi relato» pone Borges «mi desesperación de escritor»; es decir, si «El Aleph» es sobre todo una compleja reflexión sobre el alcance del lenguaje, puede entonces decirse que Ayala acierta al enfocar su ensayo como unos «comentarios textuales», impresionado por «la destreza con que el autor describe lo indescriptible».

Borges y Ayala, que fueron amigos y admiraron la obra del otro, compartieron rasgos esenciales en su literatura: la constante preocupación por el lenguaje, la atención permanente a su uso preciso, el reconocimiento de su valor como instrumento para aprehender la realidad, por más que, como escribe Ayala al final de El jardín de las delicias, sea «perverso intento el de querer oponerse a la fugacidad de la vida».